La industria musical fue una de las que más sufrió durante la pandemia. Dos años de actividad intermitente entre ola y ola que limitaron la actividad a todas las escalas, desde las salas más pequeñas hasta los macrofestivales. La pandemia afectó a cómo disfrutamos de la música pero no nos quitó las ganas de disfrutarla en directo. Esto nos lleva a preguntarnos qué tiene la música en directo para que no podamos renunciar a ella.
Danza sincronizada. El ser humano es un animal principalmente social. Por eso no es de extrañar la escucha colectiva de música nos afecte en los más profundo. Lucía Vaquero Zamora, neurocientífica de la Universidad Complutense de Madrid, compiló recientemente en un artículo algunos estudios que señalaban la importancia del componente social de la música en directo, para así dar contexto a esta relación.
Una de las conclusiones que pueden sacarse de este texto es que nuestro entorno afecta a cómo percibimos la música, y el entorno de un concierto o festival puede ser propicio gracias a este componente social. En este contexto, lo bailable que sea la música también tendrá efecto sobre cómo la percibamos y cómo nos relacionemos con nuestro entorno.
La clave puede estar en la sincronía. La música facilita que grupos enteros de personas se muevan compartiendo un mismo ritmo. Esta sincronía tendría un efecto psicológico, y sería capaz de fomentar la confianza entre las personas, el sentimiento de filiación y la cooperación. Vamos, que escuchar música juntos nos acerca aún más.