La agrupación Quilapayún señala en su “Historia y música”: “Con el tiempo y tras un final trágico, tendemos a pontificar a las personas. Se transforman en personajes inalcanzables, «vacas sagradas» que se les rememora con lugares comunes, frases trasnochadas que poco a poco nos van distanciando del ser y su mensaje más puro”.
Y agrega sobre el cantautor: “Víctor Jara era como cualquiera de nosotros. Un tipo de extracción humilde, trabajador, calladado y mal humorado a veces. Otras tantas, alegre como quedo retratado en más de alguna foto que ahora deambulan por la web. Lleno de virtudes y defectos que sus más cercanos deben haber conocido. Muy lejano de estatuas, poemas o poses que el tiempo nos ha querido imponer”.
Indica: “Así debe haber sido Víctor. No sólo girando en torno a la música y el teatro, sino tan humano que también se permitia con sus amigos momentos que ahora denominariamos «faranduleros», como los encuentros deportivos que a mediados de los 60 organizaba la revista musical chilena RITMO”.
Acompañado de los Quilapayún, que en ese tiempo dirigía, armaron un equipo, cuya tenida era también de negro riguroso. Con esta escuadra participaron entusiastamente en partidos de baby-futbol (modalidad de futbol con 5 jugadores por lado) en los que ha decir verdad nunca les fue muy bien, pero ahí estaban, con infinito entusiasmo.