Ayer no fue un día cualquiera. El Senado de la República, con el respaldo de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum, hizo historia. Ernestina Godoy Ramos es la nueva Fiscal General de la República, y este no es un nombramiento más: es un acto de justicia, un parteaguas, una declaración política contundente de que los tiempos de la impunidad patriarcal están llegando a su fin.
Déjenme decirlo claro: nombrar a una mujer al frente de la Fiscalía General de la República no es un gesto simbólico. Es un acto de justicia histórica. Durante décadas, la violencia más brutal, la que se ejerce contra nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestra dignidad, ha sido investigada, juzgada y muchas veces ignorada por estructuras de poder dominadas por hombres.
Que una mujer asuma la prevención y persecución de los delitos, especialmente la violencia feminicida, significa algo profundo: significa que quien está al frente conoce, en su carne y en su historia, el miedo, la rabia y la demanda de justicia que recorre las calles. No es lo mismo ver la violencia desde un escritorio, que haberla sentido acechar en cada esquina. La Fiscal Godoy Ramos lleva con ella esa perspectiva, esa urgencia. Es la garantía de que las víctimas ya no serán revictimizadas por un sistema frío, sino que encontrarán una aliada que no va a parar hasta conseguir justicia.
Este nombramiento no es una casualidad. Es la prueba viviente de que estamos viviendo tiempos de mujeres. Tiempos en los que nos hemos cansado de pedir permiso, de tocar puertas, de ser la voz decorativa en las mesas de poder. Hoy estamos tomando las decisiones, ocupando las sillas, dirigiendo las instituciones. De la Presidencia de la República a la Fiscalía General, las mujeres estamos construyendo un nuevo proyecto de nación. Un proyecto donde la empatía, la lucha contra las violencias y la defensa de los más vulnerables no sean una nota al pie, sino el eje central de la política.
Y esto no sería posible sin el firme, claro e histórico respaldo de nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum. Ella no solo lo respalda; ella lo impulsa, lo promueve y lo hace realidad. Está cumpliendo su palabra: está desmontando, ladrillo a ladrillo, el viejo edificio del poder machista y está levantando, en su lugar, una República de derechos donde las mujeres no solo entramos, sino que dirigimos. Es una mandataria que no tiene miedo de que las mujeres asumamos el poder público; al contrario, nos empuja hacia él, porque sabe que nuestro liderazgo es sinónimo de transformación radical.
Por eso, hoy no solo celebramos un nombramiento. Hoy reafirmamos nuestro compromiso. Estamos en un momento histórico en el que cada espacio que conquistamos es un territorio liberado para todas. La Fiscalía General en manos de una mujer comprometida es un mensaje para las víctimas: ¡Se les creerá! ¡Se les hará justicia!








