Las 70 piezas nunca antes reunidas que integran la muestra Francisco Toledo: Sobre beisbol, que se presenta en la sala B de exposiciones temporales en el Museo Diablos del estadio Alfredo Harp Helú, son, sobre todo, producto de la entrañable amistad que unió al artista con la familia del presidente del consejo de administración del equipo Diablos Rojos del México.
Así lo explica quien fue una de las principales cómplices de Toledo en un sinfín de proyectos artísticos y sociales, María Isabel Grañén Porrúa. “El maestro nos va a hacer falta siempre; no hay día que no lo extrañe, pero está presente en su obra, y es un privilegio que la podamos compartir con el público, como a él le hubiera gustado”, dijo en entrevista con La Jornada, quien fuera directora del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, instituciones creadas por el pintor en 1988.
La doctora en historia del arte recordó que en todas las charlas entre su esposo Alfredo Harp y Toledo el tema recurrente era el beisbol, “se acordaban siempre de peloteros legendarios, pues les tocó ver jugar a muchos grandes beisbolistas de color que venían de Cuba, porque en Estados Unido no dejaban participar a los negros en las Grandes Ligas; entonces, México los recibió. Fue una época emocionante que Alfredo y Francisco tuvieron oportunidad de vivir.
“Por eso la presencia negra en su obra es muy obsesiva, con una admiración enorme, por ejemplo hacia la manera en la que caminaban: sus personajes van como bailando, tienen un ritmo muy especial al tocar la bola; son muy fuertes.
“Toledo nació y creció en una región donde son muy beisboleros, por eso entendía ese deporte y se fijaba en cosas sutiles, como la tierra que brinca cuando se barren, el instante del atrapadón de la pelota, los movimientos que son como una danza, y eso es arte: poner la vida en cada momento del juego. Le gustaban los catchers, la careta, los arreos, los cascos, la posición, también el pitcher panzón. Es otra mirada.”
Grañén detalla que entre Toledo y su familia siempre hubo una complicidad para desarrollar proyectos en beneficio de la sociedad o para mejorar el entorno: “Trabajé muchos años con él; fue un maestro en mi vida. Gran parte de lo que hacemos ahora en la Fundación Alfredo Harp Helú en Oaxaca son cosas que admiraba en él”.
La actual directora de la Biblioteca Francisco de Burgoa, de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, explicó que la barda perimetral del estadio de béisbol Alfredo Harp Helú es la última obra monumental realizada por Francisco Toledo (1940-2019).
Se trata de un grabado sobre acero con terminado oxidado de 75 metros de largo por 3.05 de ancho que cada día sorprende a propios y a extraños porque está cambiando de color, tal como lo previó su creador. Cada día se torna más rojizo.
Alfredo Harp Helú y la entrevistada con sus hijos, Santiago y María. Foto José Antonio López
“Para mí, es la huella permanente que nos recordará siempre al maestro Toledo”, continuó Isabel, quien detalló que durante una de las últimas veces que se encontró con el artista, cuando ya estaba en construcción el estadio en la Ciudad de México, le comentó que el lugar tenía una reja horrible y que les gustaría tener una hecha por él.
“Toledo se emocionó con la propuesta. Esa tarde me mandó los dibujos y me decía: ‘mira, otra locura’. A la semana siguiente ya tenía las placas de triplay con un diseño que luego hicimos en acero; llamamos al herrero, se empezó a hacer el trabajo y él fue a verlo. Decía: ‘quiero que estos bats que cortaron aquí me los pongan arriba con las pelotas; ¿qué tal si le lijamos aquí?; quiero ver la textura; me gustaría que pintáramos las costuras de la pelota’.
“En unos cuantos meses tuvimos la reja lista y él se sorprendió por la velocidad. Luego enfermó. Todavía le mandé un mensaje para decirle: ‘Francisco, ¡es increíble!, acabo de venir al estadio y la reja se está oxidando, parece que hubieras venido a pintarla de rojo, con tu estilo’.
“A cambio le donamos un camión escolar para sus estudiantes del Centro de Artes de San Agustín Etla. Así fue todo el tiempo, él colaboró con nosotros y nosotros con él. Quería que todas las obras tuvieran también una complicidad social.”
Una historia de amistad
En la exposición Francisco Toledo: Sobre béisbol está la primera obra que el artista dedicó a los Harp Grañén. Isabel cuenta con emoción y humor la anécdota: “Era directora del IAGO y de la biblioteca Burgoa, y tenía muchísimo trabajo. Toledo quería que tuviera un grillete pegado al escritorio, sobre todo los fines de semana, cuando más personas nos visitaban, como Carlos Monsiváis, que llegaba con el maestro y yo era chofer, cocinera y además hacía cédulas de sala, contestaba teléfonos y escribía cartas.
“Comencé a tener un novio que un día me invitó a Huatulco, y la idea no le gustó mucho al maestro, quizá pensaba que el novio me iba a llevar de ahí, pero no contaba con mi astucia de que yo me llevé al novio a vivir Oaxaca. Pero cada vez que le decía que iba a salir con mi novio, sus pelos se le paraban. Hasta que un día, me iba de fin de semana y me dijo: ‘Antes de irte pasa a la galería, hice una cosa, y si les gusta se las regalo’. Llegó Alfredo y fuimos, y cuando vi la obra en gouache, que estaba relacionada con el beisbol, era un pitcher calaca en el montículo y un catcher, le dije: ‘Este cuadro se llama La aceptación, porque significa que ya le cayó bien el novio’.
“En realidad siempre se cayeron bien. Cuando Alfredo me iba a buscar al IAGO entraba el maestro y me decía: ‘Ya está Harp allá afuera, apúrate’; yo respondía: ‘es que todavía no acabo, ya lo mandé a bolearse los zapatos y ya regresó’; Toledo respondía: ‘pues apúrate, porque ya está preguntando que cómo van los Diablos y cómo está el resultado’. Le daba mucha risa.
“Es decir, cada obra que se presenta en el Museo Diablos tiene un pedazo de nuestra historia. Cada pieza que veo me recuerda ese instante o los recaditos que me mandaba. Lo extraño muchísimo, pero sigo pensando que se quedó en su obra.
“Cuando estoy triste, mi hijo Santiago me dice: ‘Míralo, él está aquí, en sus obras’; es cierto, ahí está Toledo, en la pelota que es su autorretrato, en los bocetos, los dibujos en tinta, óleos, aguafuertes, acuarelas, grabados; en los bats intervenidos, en las máscaras, en los peloteros negros, en la fiesta, en la fuerza de cada dibujo, y ha de estar muy contento con el resultado: un museo que lleva el arte a un lugar donde normalmente no se ve y que constantemente va a apoyar a nuevos artistas, como siempre quiso”, concluyó la también integrante del Consejo Asesor Honorario de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural del Gobierno de México.