El círculo o la larga noche con Siduri

¿Qué es exactamente lo que sucede en La mujer del quinto (2011), tercer largometraje de ficción en solitario del director polaco Pawel Pawlikowski? ¿Se trata de un sueño, una condición patológica, un juego de la imaginación? ¿A dónde diablos ha llegado el personaje principal?

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A mitad de un naufragio, el encuentro en París entre un escritor estadounidense y una misteriosa mujer, brindará un poco de tranquilidad a su vida, en lo que parece ser la típica comedia melodramática de Hollywood.

Sin embargo, los minutos transcurren y Tom Ricks (interpretado por Ethan Hawke), a través de paisajes grises y minimalistas, no sale de su angustia.

Lo que es más: la mujer sibilina del quinto distrito, Margit Kadar (encarnada por Kristin Scott Thomas), que parecerá cambiar su destino, abonará más a la situación de desaliento hacia el final del filme. ¿Desaliento resulta la palabra correcta?

¿Qué es exactamente lo que sucede en La mujer del quinto (2011), tercer largometraje de ficción en solitario del director polaco Pawel Pawlikowski?

¿Se trata de un sueño, una condición patológica, un juego de la imaginación? ¿A dónde diablos ha llegado el personaje principal? Es como si Tom Ricks se hubiera metido en la fotografía con que Stanley Kubrick concluye El resplandor (1980). Pero vamos por partes.

En primer término, hay que decir que el París de Pawlikowski no es el de Woody Allen ni el de Hemingway o Picasso. Se parecería más bien a la urbe trazada por Juan Goytisolo en la novela Paisajes para después de la batalla (1982), en la que la cultura árabe y su rescritura del mundo ha roto por completo la visión monocorde del Occidente.

El escritor arriba desde Estados Unidos a buscar a su hija que ahora vive en París y cuya custodia perdió en un juicio con su exesposa Isabella (Marcela Iacub), quien no le permite acercarse a la niña, lo cual irá minando el ánimo del protagonista, al que apenas llegar le roban el equipaje y el poco dinero con que contaba.

En una secuencia poco creíble y sin profundidad, Ricks pide posada en una pensión de mala muerte y, sorprendentemente, un árabe caracterizado como criminal, de nombre Sezer (Samir Guesmi), que no conoce al estadounidense ni lo ha visto en toda su existencia, decide contratarlo para ser una especie de portero en una actividad nocturna que no se ve muy legal. Podrás escribir en tu tiempo libre, le dice incluso.

Negativas van y vienen por parte de la madre de la niña, cuando al escritor se le ocurre involucrarse con la pareja de Sezer, una polaca que hace de mesera en el tugurio del árabe.

Al mismo tiempo, en una velada literaria a la que Ricks se incorpora mediante otra secuencia inverosímil –en que lo reconocen como escritor en una librería de viejo–, conoce a la mitad rumana Margit Kadar, a la que se aproxima y quien pareciera estar esperándolo.

No entraré en más detalles de la trama porque hacerlo es vender el final de la película. Aunque quizá ya lo haya hecho. Y aquí viene lo interesante.

Como si se tratara de ese cuento de Óscar Cerruto, “El círculo”, en que un amante va en busca del amor perdido y abandonado y se despierta con el asombro de quien ha traspuesto una pesadilla, Tom Ricks entra en otra dimensión.

¿Es el escritor el personaje de ‘El callejón del infierno’, la leyenda de Guanajuato? ¿Podría confundírselo con el hombre de la canción de Joaquín Sabina “Y nos dieron las diez”, quien sólo encuentra una sucursal del Banco Hispano Americano?

Una comparación final. En el poema de Gilgamesh, de hace tres mil años, el héroe llega a una cervecería. Ya vendían cerveza en Sumeria por aquel entonces y Siduri lo hacía detrás de una especie de barra de bar.

“La mujer que sirve detrás de un mostrador y habla, escucha: ¿qué se ocultaba en esa atracción? Ulises todavía lo sabía: es la mujer que acoge en la antecámara del reino de los muertos.

“En ese lugar intermedio, suspendido, el único donde hay motivos para pensar más allá de la vida y más allá de la muerte, se bebe y se juega a los dados. Las conversaciones con la mujer que sirve atraviesan una noche infinita, sin la amenaza de un alba en las ventanas”.

Es decir, el escritor Tom Ricks llega a donde está Siduri, en una noche circular que no tiene fin. La mujer del quinto apenas tiene una calificación de 6.3 y, en verdad, no es muy entretenida, pero apenas uno deja de verla, empieza a especular en su mente qué habrá sido todo aquello que uno acaba de observar. ¡Salud!