Acechado por el crecimiento de la mancha urbana y la escasez de agua, pero con la decisión de sus integrantes de llegar a la excelencia, el Ejido Apatzingán conmemora este 2 de abril su aniversario número 90.
Creado por resolución presidencial en 1939 con el nombre de José María Tafolla y una extensión de mil 363 hectáreas con las que se buscó beneficiar a 190 campesinos, en apego al ideal revolucionario de que “la tierra debería ser de quien la trabaja”, en 1949 cambió a su actual nombre: Ejido Apatzingán.
En el evento conmemorativo se puso de manifiesto que, de la superficie total del ejido, el 80 por ciento (750 hectáreas) está dedicada al cultivo de limón mexicano, en tanto que el 20 por ciento restante a mango, plátano, sorgo y jitomate; cuenta a la fecha con un registro de 123 ejidatarios.
Se hizo un recuento de la donación de superficie que el Ejido Apatzingán ha hecho a instituciones educativas, de salud, recreación, productivas, entre otras, como parte de su vocación altruista.
En este evento, se destacó que la mayor riqueza del ejido son sus ejidatarios, que con el cambio generacional han logrado profesionalizar su dirección y, con ello, responder de manera más eficiente a los retos que se presentan, como el crecimiento urbano, el desgaste de los caminos, la escasez de agua, entre otros.