Apuntes sobre la ‘Trampa de Tucídides’

¿La trampa de quién…? Breves notas sobre la próxima guerra entre China y Estados Unidos antes de 2027

Acento News

 

Ante el ascenso imparable de China durante más una década, el historiador Graham Allison acuñó en 2012 el término ‘trampa de Tucídides’, en un célebre artículo que publicó en el Financial Times.

No habría sido necesario hacerlo, pues para 1999 el Reino Medio –que es como los chinos se refieren a su país– tenía un Producto Interno Bruto (PIB) semejante o menor al de México.

Sin embargo, desde la entrada de los chinos en la Organización Mundial de Comercio (OMC) el 11 de diciembre de 2001, por cierto, de la mano de los Estados Unidos, su PIB se disparó a más de un diez por ciento anual.

Con ese crecimiento desbordado, la población china de más de mil 300 millones de personas, quienes en su mayor parte vivían en extrema pobreza, pasaron a engrosar las filas de la llamada clase media, al menos eso le sucedió a 800 millones de habitantes.

 

La tensión entre los dos mundos cesa

Si tras la Caída del Muro de Berlín en 1989 y ante la inminente disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, los Estados Unidos se lanzaban frenéticamente a saquear a los países del Pacto de Varsovia, en el ámbito de la teoría política el filósofo conservador Francis Fukuyama se unía a la embriaguez neoliberalista y globalizante, y celebraba la conclusión de las ideologías con su archiconocido artículo sobre “El fin de la historia” (1990).

Básicamente, Fukuyama afirmó que ya nadie se oponía a Occidente y que a partir de entonces daba inicio una paz burocrática con Nueva York como centro neurálgico de un imperio semejante al de la Guerra de las Galaxias, basado en reglas y no en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ni mucho menos en el derecho internacional.

Todos recuerdan cómo el presidente estadounidense Bill Clinton se burlaba en la Casa Blanca de su par ruso Boris Yeltsin y cómo, aunque Bush Sr. y Gorbachov habían firmado un acuerdo para que Washington no se expandiera hacia el Oriente, se burlaban otra vez de Rusia. Desconocerían lo que habían pactado en Alemania.

Y, aunque tuvieron de rodillas al país más grande del mundo durante más de una década, al iniciar el 2000 el nuevo mandatario siberiano, exagente de la KGB soviética, un tal Vladimir Putin, anunciaba en la conferencia de seguridad de Munich en 2007 que Rusia estaba de regreso.

El Occidente colectivo volvió a reírse, aunque esta vez no había razones y, por más de doce años, los rusos siguieron preparándose, en silencio, sabedores de que estaba cerca el fin de los Estados Unidos –vaticinado en el 2000 por Johan Galtung para 2025–. Una confrontación con su bloque sería inevitable.

 

La trampa de Tucídides

Con la inesperada ascensión de China, que sin embargo el entonces presidente Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, habían sabido leer desde 1972, la Anglósfera comenzó a ponerse nerviosa.

Para 2012, Graham Allison ya hablaba de ‘trampa de Tucídides’, en una especie de advertencia de que el trasatlántico estadounidense hundiría a cualquier otra embarcación que compitiera con él.

“No hay en el mundo tal cosa como la llamada trampa de Tucídides”, dijo el presidente chino Xi Jinping en 2015, pero indicó que si los países hegemónicos querían repetir las mismas recetas a través de la historia en cuanto se sentían amenazados, entonces era normal que crearán sus propias trampas. Ahora bien, ¿a qué se refieren ambos con ‘trampa de Tucídides’?

Tucídides fue un historiador ateniense que en Historia de la guerra del Peloponeso narra el conflicto del siglo V entre las ciudades Estado de Esparta y Atenas.

Esparta, los lacedemonios, dominan el Mar Mediterráneo y Atenas, un país con un extraño sistema de gobierno que se denomina democracia, está ganando poder en la región: “los atenienses, al haber adquirido gran preponderancia y al causar recelo a los lacedemonios, les habían forzado a hacer la guerra”.

Preocupados por el creciente poder de Atenas, los espartanos les hicieron la guerra para frenar su avance y seguir dominando el Mediterráneo.

Cuando la Anglósfera y el Occidente colectivo hablan de ‘trampa de Tucídides’, aluden a un choque ineludible entre una potencia que ya impera y otra en ascenso, por el simple hecho de que el nuevo imperio viene a tratar de invertir el equilibro de fuerzas existente.

Es como si con la denominación ‘trampa de Tucídides’, los estadounidenses quisieran decir que los propios chinos son responsables por un conflicto que consideran inevitable. Pero no hay tal inevitabilidad.

 

China en brazos de Rusia

En el colmo del absurdo, molesto porque su dominio financiero y comercial se veía puesto en duda por China, Washington continuó el saqueo de los países que estaban en la órbita de la antigua Unión Soviética.

No entraré en detalles para señalar a todas esas naciones, pero con el subterfugio de las Torres Gemelas y de supuestas armas de destrucción masiva en Irak, los contratistas militares de Estados Unidos sumaron dos guerras más al conflicto que en los 90 habían suscitado en Serbia y los Balcanes.

Cuando en 2012, el país invadido esta vez, Siria, pidió ayuda a su viejo aliado, el oso ruso, los estadounidenses montaron en cólera; y se ofuscaron aún más al darse cuenta de que las armas de Rusia eran muy superiores a las suyas. Organizaron entonces el Euromaidan ucraniano en 2014, al lado de la frontera rusa, como una forma de represalia.

Después de esa revolución de color naranja, un grosero golpe de Estado, Washington y la OTAN comenzaron a armar a Ucrania, preparando una guerra durante ocho años, lo que confirmaron la excanciller alemana Angela Merkel y el expresidente francés Françoise Hollande en 2022, aseverando que nunca tuvieron intenciones de poner en marcha los Acuerdos de Minsk. El momento que Putin había previsto en 2007 había llegado, quince años después.

Pero la guerra en Siria también siguió su curso, e Irán, Rusia y Siria infringieron una derrota humillante a un total 116 países que enviaban dinero, armas o soldados a la zona en conflicto; esto es, tres ejércitos superaron en el campo de batalla a la Anglósfera, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a todos los que les dieron apoyo.

La retórica belicista de los estadounidenses y las amenazas contra China de una presunta ‘trampa de Tucídides’, que ocurrió hace dos mil 500 años, hicieron que el Reino Medio y Rusia comenzaran a conformar una alianza.

La administración del presidente Barack Obama desoyó a dos de los mayores estrategas estadounidenses, Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, quienes pedían nunca permitir que Rusia y China pactaran, para lo cual, Washington siempre debía aliarse primero con uno de los dos.

Donald Trump intentó negociar con Rusia, pero el grupo detrás de Obama y Joe Biden se lo impidió. En ese grupo, conocido como los “Chicago Boys”, ‘neocon’ o neoconservadores, todos discípulos de Leo Strauss, hay nombres interesantes.

Entre muchos otros, están Samuel Huntington, Francis Fukuyama, Paul Wolfowitz o el propio Robert Kagan, esposo de Victoria Nuland, encargada del golpe de Estado en Ucrania en 2014 y quien ese año exclamó: “¿Europa? Que se jodan los europeos”.

 

¿Trampa de Tucídides?

Aunque la denominación ‘trampa de Tucídides’ es muy provocativa, al sugerir una suerte de conflicto inevitable, como si se tratara de una tragedia griega, lo cierto es que hay diferencias rotundas entre el momento actual y el instante en que tuvo lugar la Guerra del Peloponeso hace ya 25 siglos.

En primer término, no sólo se trataba de un asunto de fuerza o de dinero como parece ser ahora: es evidente que Esparta no quería a Atenas porque pretendía modificar el sistema político existente e introducir la democracia.

En el caso de China hoy día, es ya una nación occidentalizada que ha hecho suyo el capitalismo, aunque lo ha mezclado con su versión de un régimen soberanista, que presuntamente no busca cambiar los modos de gobierno de cada país.

En segundo lugar, aun cuando cada ciudad Estado tenía en el Peloponeso otras ciudades aliadas, tal como ocurre actualmente con Estados Unidos y los europeos, y China y los asiáticos y otros países, no se puede relegar a un segundo plano a Rusia, una potencia militar y energética por derecho propio.

Con ello, de haber una ‘trampa de Tucídides’, ya no sería entre dos sino entre tres, lo que ya sería muy francés, y de resultado incierto: ¿Habrá el supuesto mundo multipolar que los medios chinos y rusos divulgan? ¿Durará su alianza y podrán gobernar ambos al mismo tiempo? ¿O en un punto los chinos alcanzarán militarmente el nivel de Rusia y lo harán a un lado?

Peor aún: si Estados Unidos empieza una guerra caliente, con todo su armamento contra China, ¿podría ocurrir lo que en la Segunda Guerra Mundial y que las potencias queden arruinadas, tal como pasó con Alemania y el Reino Unido, quienes cedieron su puesto de dominio a los estadounidenses?

 

Efectivamente, es una trampa

¿Se trata sólo de una hipótesis descabellada o podría caer Estados Unidos, pero llevándose a China? ¿Quién podría ser entonces lo que fueron los estadounidenses en 1945? ¿Los rusos? No parecen tener el control económico y financiero que tienen los chinos y los norteamericanos.

Sólo un país aprovecharía esa eventual coyuntura y no es otro que la India, con mil 400 millones de personas y un ascenso meteórico en marcha que recuerda al de la China de hace veinte años.

Con todo, antes de irse a ese hipotético escenario que hoy parece de ciencia ficción, hay que escuchar a Michael Hudson, el economista que a inicios de los 70 proyectó todo cuanto iba a ocurrir financieramente durante estos últimos 50 años en su obra Super imperialismo: la estrategia económica del Imperio Norteamericano.

En su libro de 2022, The Destiny of Civilization: Finance Capitalism, Industrial Capitalism or Socialism, Hudson plantea que China y Rusia van a sacudir el cimiento sobre el que se ha sustentado el Occidente desde Grecia y Roma durante dos mil 500 años: eliminarían el sistema financiero basado en la deuda.

Esa sola idea merecería otro amplio artículo, por lo que no entraremos aquí a dilucidar qué significa eso y cuáles son sus alcances.

Lo único que se puede sacar en claro es que, si eso que dice Michael Hudson es cierto, Occidente no se dejará morir tan fácilmente, y estaría dispuesto a todo, hasta a ir a la guerra armada contra China antes de desaparecer. No sería una ‘trampa de Tucídides’ sino una trampa occidental. Y alertan los militares estadounidenses: tiene que ser antes de 2027, o China nos superará en definitiva, también en cuanto a arsenal bélico. A final de cuentas, la autoprofecía estaría por cumplirse.