Altura e intensidad en el concierto de Diemecke

No bastaron los asientos para ver el debut en Michoacán del director Enrique Arturo Diemecke, en competencia para hacerse cargo de la Orquesta Sinfónica de Michoacán (Osidem)

Acento News

 

No fueron suficientes 440 butacas para el esperado concierto con el que el conductor musical Enrique Arturo Diemecke concursaba este viernes 12 de mayo por la dirección de la Orquesta Sinfónica de Michoacán (Osidem).

Antes de las 19:00 horas, el público ya se arremolinaba en torno al Teatro Ocampo para ver a uno de los tres directores más importantes que ha dado México, junto al también compositor Carlos Chávez y el fallecido prematuramente Eduardo Mata, y hubo algunos que aún con boleto no pudieron entrar al recinto.

Como los 420 asientos del inmueble no alcanzaron, hubo que poner dos pantallas y veinte sillas en el lobby del teatro, pero ni aun así bastaron. No se colocaron más porque Protección Civil (PC) lo desaconsejaba en caso de algún imprevisto.

El nacido en Ciudad de México el 9 de julio de 1955 contó que a los diez años acudía al Teatro Ocampo con su familia desde Guanajuato para fungir de músico emergente en la orquesta y, antes de iniciar su conducción sin batuta y de memoria, como ya es característico en él, ofreció algunas notas al programa integrado por obras de Ludwig van Beethoven, Sergei Rachmaninoff y Johannes Brahms.

 

80 años sin Rachmaninoff

Sólo en el caso del también intérprete ruso, cuyas obras ostentan gran altura e intensidad, difíciles de conseguir para cualquier pianista, el director echó mano de la partitura. Sin embargo, el solista Alexander Pashkov llegó a tales elevaciones.

“Rachmaninoff es un gran pianista, un gran compositor ruso, que emigra a los Estados Unidos”, comenzó Diemecke, quien explicó que aunque el Primer Concierto para Piano de Rachmaninoff fue compuesto cuando éste tenía 19, lo había revisado a sus 44 años.

“Sus cuatro conciertos están entre lo más grande que hay para piano y orquesta, así como su Rapsodia sobre un tema de Paganini”, afirmó. “Este año se cumplen años de su muerte y nacimiento, todo mundo está tocando algo de Rachmaninoff y aquí no será la excepción”, dijo Diemecke sobre los 150 años del nacimiento y el año 80 de la muerte del ruso.

De inmediato, se notó el esfuerzo y el arduo trabajo de la semana en los ensayos, cuando el recinto estuvo lleno de alumnos del Conservatorio de las Rosas y de la carrera de Música de la Facultad Popular de Bellas Artes (FPBA), así como de maestros de diversos coros de Morelia.

La armonía entre el conductor y la Osidem, la precisión y exactitud con que, a manera de metrónomo, realizaban las entradas y salidas, era notable: se advertía la sincronización entre los cuerpos de los intérpretes y las manos del director que, cuando braceaba, los hacía reaccionar instantáneamente. Apenas daba el corte, la orquesta silenciaba; marcaba y la orquesta irrumpía, más que correcta.

Hay directores que no son tan claros y los cambios se trastocan por unas milésimas de segundo; pero no a Diemecke, con la partitura en la cabeza, algo que en los ensayos los músicos de la Osidem decían: “No se le va una”.

No usa batuta el exdirector de la Orquesta Filarmónica de Buenas Aires y, a sus 67 años, sus ademanes son veloces; sus lentos, sutiles y minuciosos, como si se tratara de un artesano de gestos fulgurantes y rotundos. De espaldas, el público no puede verlo, pero en la mirada de Diemecke, desde atrás del telón, se observa la diafanidad de lo que busca. Y los músicos lo perciben.

Al terminar los tres movimientos del concierto de Rachamaninoff, la gente se puso de pie, como durante toda la noche. La sección de cuerdas mejoró, afinó lo más posible: Diemecke hizo que, junto a los metalesy los vientos, dicha sección fuera al unísono.

Pashkov y el director se fundieron en un abrazo. El titular de la cátedra de piano del Conservatorio de las Rosas, cuya calidad es indiscutible, regresó para tocar un encore, uno de los preludios de Rachmaninoff.

 

Beethoven, Brahms y el concurso

La Obertura Egmont de Beethoven, con que inició el recital, arrancó con mucha energía. De memoria la dirigió Diemecke.

En el primer movimiento de la Sinfonía 1 de Brahms los cornos estuvieron sólidos; el segundo movimiento le recordó a los espectadores el amor del compositor alemán por Clara Schumann, esposa del músico Robert Schumann, a quien el tercer movimiento estaba dedicado. El cuarto, en el que sobresalían detalles de la Sinfonía Coral de Beethoven, fue ejecutado a la perfección.

No hubo encore de la Osidem, ni fue necesario: su química con Diemecke resultó insoslayable. La gente lo reconoció, jubilosa, de pie, sin dejar de aplaudir.

Nueve meses, durante la pandemia, estudió a Beethoven y a Gustav Mahler el exdirector artístico del Teatro Colón que, a diferencia de otros conductores, narra la música y la sabe explicar con palabras. Ni siquiera otro gran director del siglo XX como el alemán Herbert von Karajan tenía esa facilidad para transmitir.

Como dijeron los músicos al finalizar el último ensayo de la Osidem antes de la presentación del viernes 12 de mayo, “los otros no tienen nada qué hacer”.

Se referían al colombiano Juan Montoya, que se presenta este 19 de mayo en el Teatro Ocampo a las 20:30 horas, y al veracruzano Jorge Vázquez, quien hará lo propio el viernes 2 de junio en el mismo inmueble.

Ambos conductores, con quienes ya ha trabajado la orquesta, contienden con Diemecke por el puesto de director de la Osidem.

En lo musical, no parece difícil la decisión que deberán tomar la secretaria de Cultura de Michoacán (Secum), Tamara Sosa Alanís; el exrector del Conservatorio de las Rosas y extitular de la Secum, Luis Jaime Cortez; el director de la Orquesta Filarmónica del Tzintzuni, Juan Vázquez; y el senador Héctor Vasconcelos, hijo del político, escritor y filósofo mexicano José Vasconcelos.

El proyecto de Diemecke es simple: un repertorio exigente y la conformación de un patronato para allegarse recursos económicos.

No obstante, tras comentar su plan, el conductor le dijo a la Osidem que a su edad él no estaba para desgastarse en gestionar apoyos, por lo que orquesta, Secretaría y director debían trabajar de la mano.

Es un parteaguas lo que plantea la presencia de Diemecke en Michoacán. Ni siquiera Román Revueltas tenía ese prestigio y esa calidad. Todas las orquestas del país y algunas del extranjero voltean de pronto a ver a la Osidem. Esperemos que converjan la elevación, la altura y la intensidad.